Cansado de perder
mi tiempo esperando el “Bondi” en la parada, junté unos pesitos
y me compré el Fiat 147. Por suerte me lo vendieron en pesos,
porque si tenía que ir a comprar dólares, estaba frito.
Para poder empezar a disfrutar de mi nueva adquisición, salí a
cargar nafta. Llegué a la YPF de Azurduy y Cabildo, pero los
surtidores estaban vacíos, no importa pensé, voy a la Shell que
está enfrente, pero lamentablemente, me encontré que allí ya no
estaba. Me dirigí entonces hacia el Automóvil Club de Cabildo y
Virrey Loreto, pero ahí la cola era de dos cuadras. Como no
quería esperar tanto, pensé en ir a la Shell de Libertador y
Olazábal, pero al llegar ahí, ya no estaba. Avancé un par de
cuadras para dirigirme a la YPF de Juramento y Libertador, pero
tampoco existía más. Finalmente terminé cargando en la YPF de
Olleros y Libertador, teniendo que hacer una cola importante y
perdiendo más de 20 minutos de mi tiempo.
Lo más curioso es que cada vez hay más autos en la ciudad y a su
vez cada vez hay menos estaciones de servicio. Según me
explicaron especialistas en el tema, el boom inmobiliario en la
ciudad de Buenos Aires, llevó a cientos de dueños de estaciones
de servicio a vender terrenos codiciados para que se conviertan
en gigantescos edificios.
Me parece que mejor hubiese sido comprarme una bicicleta.
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