24 de Septiembre de 2015

La experiencia de un edificio que convirtió su terraza de cemento en una terraza verde.

Jardines en plena ciudad

Cuando pensamos en armar esta terraza verde, imaginamos que sería el jardín de todos los vecinos del edificio, su lugar de encuentro, y así fue. Hoy es un espacio donde van a tomar mate, descansar y relajarse después de un día de trabajo. Es el lugar donde se sientan a leer un libro, a meditar o simplemente a disfrutar del pasto; en contrapartida del cemento y hormigón de las terrazas tradicionales. Andrés Rogers es quien habla, un arquitecto de 34 años que hace un tiempo se dedica a la construcción de edificios sustentables con terrazas verdes, y cuenta su experiencia con una de las terrazas que construyó hace 7 años en Zapiola y Larralde.

Para Andrés estas terrazas son un espacio de recreación. “Las terrazas verdes le vienen bien al planeta. El pasto que tiene cada techo vivo o verde fija carbono durante toda su vida. Es positivo por su marca de huella de carbono, porque generan oxígeno todo el tiempo”.
En los últimos años de su carrera, Andrés comenzó a interesarse por la arquitectura sustentable, un modo de concebir el diseño arquitectónico como la posibilidad de optimizar los recursos naturales y minimizar el impacto ambiental de los edificios sobre el ambiente y sus habitantes.

La arquitectura sustentable busca imitar los procesos reales de la naturaleza, y no necesariamente depende del tipo de construcción; se puede desarrollar un edificio sustentable con materiales como el hormigón y el cemento. Andrés comenzó a trabajar en el estudio de arquitectura de su padre hasta que fundó, junto con su socio Luciano Intile, IR Arquitectura. Desde el primer momento se dedicaron a la arquitectura que busca optimizar los espacios, la energía y los materiales.

Las terrazas verdes, de acuerdo con ellos, traen grandes beneficios; tienen más aislación térmica, en verano son más frescas y en invierno más calientes. Gracias al pasto y a la vegetación que están en la terraza, el calor tarda más en evaporarse o en penetrar la superficie. También ayudan desde un punto de vista pluvial, porque retardan la salida del agua a la calle, por ejemplo, durante una tormenta. “Si el 60 por ciento de los techos fueran verdes, el agua de lluvia se escurriría mucho más rápido. Los techos verdes le brindan un servicio a la ciudad. Drenan a través de una rejilla, y lo hacen durante 16 horas, así que no saturan los sistemas pluviales”, explica Andrés. Otro beneficio que tienen las terrazas verdes es que evitan el efecto isla de calor. El calor que se concentra en el pasto, las plantas y la vegetación es más frío; es decir, no alcanza la misma temperatura que sobre el cemento o el hormigón. Por cada metro cuadrado de techo verde, se aporta a la ciudad unos 150 metros cuadrados de superficie vegetal, por las distintas capas de pasto que hay en ellos. Toda la superficie de vegetación toma la energía del sol y fija el polvo en suspensión; o sea que las terrazas verdes también colaboran con la salubridad de la ciudad. En las terrazas verdes hay menos temperatura; el hormigón se calienta, las plantas, no. “Existe un mito sobre este tipo de terrazas, la gente cree que generan más humedad, pero ocurre exactamente lo contrario. El pasto en la membrana de un techo, la protege y le genera más impermeabilidad”, explica el arquitecto. Y en cuanto a los materiales para construir la terraza, Andrés asegura que son fáciles de conseguir y que están en el mercado. Para construirla, lo primero que hay que hacer es colocar una aislación, luego una capa drenable, después la tierra y finalmente la vegetación.