Los años dejaron sus huellas en sus pieles gastadas de tanto manoseo y maltrato. Llegaron con una mano atrás y la otra adelante, escapando de la barbarie. Trajeron sus ideas y sus ganas de poder trabajar y crecer en libertad.

Sembraron durante toda su vida y a la hora de cosechar se encontraron con magras jubilaciones, un PAMI destrozado y un mundo que poco valora a sus abuelos, dejándolos de lado, condenándolos a un presente de tristeza y amargura.

Un país que no valora su pasado difícilmente puede mirar hacia el futuro. No le demos la espalda a nuestros abuelos.

No nos olvidemos que cuando llorábamos en nuestra infancia por pequeñeces y pavadas ellos estaban ahí para consolarnos, para mimarnos, para ser nuestros segundos padres.

La vida les pasó por encima dejando graves heridas en sus almas dolidas, por tanta humillación, tanta mentira y tantas promesas no cumplidas.

Nuestros abuelos, inmigrantes eternos, llegaron con la idea de algún día volver. Desterrados y expulsados, sin opción ni esperanza, vinieron a fundar un país de libertad. El tiempo pasó y el fruto de su trabajo no quedó muy bien reflejado, sus aportes no estaban muy bien guardados y algunos ineptos funcionarios dejaron vacíos sus bolsillos, pero lo que es peor, terminaron con la alegría de una generación muy golpeada.

Luchemos para que la tercera edad sea un tiempo de merecido regocijo. Tratemos de ayudarlos, de escucharlos, aunque nos cuenten diez veces lo mismo, de sacarle el fruto a esas historias de tiempos pasados.

Dedico esta sección a «La Babe», mi querida abuela, que la perdí hace un tiempo. Luchó hasta el último segundo por su vida, no le importaba como, pero quería vivir. Para mí fue el mejor mensaje que nos pudo haber dejado, mientras dure, aferrémonos a la vida, seamos un poco más idealistas, pensemos que todos llegaremos a ser abuelos, respetemos a los mayores, y recordemos que los jubilados deben ser dignos representantes de nuestro pueblo, ya que sin memoria y sin pasado estaríamos condenados a repetir el horror y el error de vivir en un mundo viciado de egoísmo y dolor.

Fabio Gothelf