El 22 de noviembre se celebró el día Internacional de la Música, y precisamente en ese mes el mítico dúo “Pedro y Pablo” estrenó su nuevo álbum “Unidos por el cantar”. Y ¿por qué lo mencionamos? Porque Miguel Cantilo y Jorge Durietz, más conocidos como Pedro y Pablo, tiene una historia relacionada con una calle del barrio.
En su momento de mayor éxito con “la marcha de la bronca”, con el dinero ganado compraron instrumentos, una camioneta para hacer giras, y alquilaron para vivir una casona en Conesa 2563, donde armaron una gran sala de ensayo. Luego se sumaron al lugar, los músicos de una banda que se llamaba “La Cofradía De La Flor Solar”. La música muy fuerte, generó algunos conflictos con los vecinos. En 1972, en esa casona se gestó el disco titulado
“Conesa”, que entre sus temas incluía aquél que decía: “Catalina tenía la rutina, del eterno crepúsculo en la piel…”. La casona la tiraron abajo e hicieron un edificio, en dónde dicen que cuando se hacen las dos de la mañana, se la ve a Catalina y sus pupilas que hamacan porcelana en ojeras de rimel y carbón, y su nombre arrugado en una silla, y su apellido tendido del balcón.
Pero el mes, el barrio y la música también se relacionan con otros intérpretes. Un 29 de noviembre de 1969, se editaba Almendra, el disco debut de esta banda. Todos sus integrantes vivían por la zona, el flaco Spinetta en un PH en Arribeños entre Congreso y Quesada, Edelmiro Molinari en Arribeños y Pedraza, Rodolfo García en Arribeños y Monroe y Emilio del Guercio en Montañeses y Echeverría.