Preocupación de una vecina por un buzón deteriorado.

María Celia Spinelli, en comunicación la redación de Mi Belgrano dijo: “Hace mucho tiempo que estoy muy preocupada por el fin anunciado del buzón que se encuentra en la esquina de Mendoza y O´ Higgins cuyo estado sigue deteriorándose día a día. He tratado de comunicarme con el Gobierno de la Ciudad y con el Correo Argentino, pero no han sabido darme respuestas. Hace dos o tres años cuando construyeron algo en esa esquina, probablemente las rampas, le colocaron cemento en las partes huecas que cada día son mayores. ¿Lo dejarán así  o lo sacaran e irá a algún basurero? En una esquina de Echeverría luce glamoroso uno idéntico, ¿No se podría arreglar este? El edificio en cuya vereda se encuentra, se supone de valor histórico, tiene las veredas arregladas de manera inaceptable, por falta de mantenimiento. ¿Llegará este mensaje a  quien corresponde? El buzón también es parte  de nuestro mobiliario. Espero que gracias a ustedes que se ocupan de las necesidades y fallas en el barrio, mi reclamo llegue a buen destino”.

Historia del buzón

En 1853, Gervasio Antonio de Posadas, director de Correos, dispuso la instalación en las boticas y los comercios de ramos generales, de unos cajones de madera, para depositar allí las cartas. En 1858, aparecieron los primeros buzones en las calles que contaban con un mecanismo de seguridad, por el que cuando se abría el buzón, se cerraba la bolsa, que llegada así a la sucursal.  En 1930 se utilizaba el buzón alemán, en el que se colocaba una moneda y salía una estampilla. Luego comenzaron a fabricarse los buzones de en hierro forjado que se los pintaba de color rojo. En 1979, el gobierno militar cambió el rojo por azul pero con la democracia volvieron a su color original. En un momento fueron pintados de amarillo y negro, pero volvieron a ser rojos debido a un juicio que los taxistas le ganaron al correo. La ciudad de Buenos Aires llegó a tener más de 1000 buzones.

Hoy cuando mencionamos las cartas, estampillas y buzones, muchos chicos nos miran asombrados con su celular en la mano, sin entender ni descifrar de qué estamos hablando.