La dolorosa historia de los olvidados por el “sistema”.

Por Carlos M. Durañona
Voluntario del Comedor de Barrancas

Mientras discurría la habitual cena de los jueves en el Comedor de Barrancas de Belgrano, la noche del 22 de febrero, en un clima de acostumbrada cordialidad y tranquilidad, un llamado al teléfono celular de Elena, truncó drásticamente la serenidad de todos los asistentes y nos llenó de una terrible angustia.
Elena es una señora que concurre a cenar al comedor, junto a su hijo Tiziano, de doce años y vienen desde la localidad de San Miguel. Un viaje largo, que se justifica, no por la comida, sino por el clima familiar y de contención que sienten.

Allí, bajo el histórico gomero de Barrancas, se produce el encuentro de seres humanos que sufren las mismas vicisitudes que emanan de la pobreza y la soledad y otros que con la excusa de servirles un plato de comida, los estamos esperando para compartir afectos, penas y alegrías. Esa noche, una vecina de Elena, le comunicaba que su casa (modesta casa de material), se estaba incendiando. Y la mayor desesperación de Elena y Tiziano fue pensar inmediatamente en los animalitos que comparten sus vidas y que se hallaban en el interior de la vivienda.

Al momento del llamado, los bomberos ya habían sofocado el fuego y felizmente los animalitos, habían sido rescatados sanos y salvos. Lo demás, todo lo que fuera de madera, plástico o vidrio, ya no serviría más, como tampoco la heladera, el ventilador, el televisor, la computadora de Tiziano, las mesas y las sillas y todo el mobiliario imprescindible para ordenar la vida de un humilde hogar y todos los elementos de trabajo artesanal que realizaba Elena y que luego vendía y con ello subsistía, lamentablemente, no se pudieron rescatar.

La casa es de material, sin revoque y porque el fuego fue conjurado a tiempo, no afectó su estructura principal. Se quemaron los tirantes de madera que sostenían las chapas del techo y estallaron todos los vidrios. El municipio solo repondrá algunas chapas, en razón de tratarse de una casa de material.
Los voluntarios del Comedor nos pusimos inmediatamente en campaña para paliar la situación de Elena, que no solo sufre esta tremenda contingencia, sino que además es paciente diabética y sufre trastornos respiratorios. Desde nuestro lado, se pudieron conseguir camas, colchones, una heladera, dos televisores y otros enseres. La solidaridad de sus vecinos tampoco se hizo esperar. Hicieron una “vaquita” para comprarles cinco tirantes largos de madera para remplazar los que se quemaron y sostenían las chapas del techo.

Invitamos a los lectores de Mi Belgrano a darnos una mano para juntar algunos elementos que hagan posible restablecer la vida de Elena y su hijo Tiziano. Necesitan: utensillos de cocina (ollas, cacerolas, cubiertos, vasos, etc.); mesas y sillas; armarios para guardar ropa y enseres de cocina; un ventilador; una computadora para Tiziano, que este año termina la escuela primaria; pintura látex o sintética; vidrios para cubrir ventanas y sobre todo, materiales eléctricos (cables, enchufes, etc.) y la ayuda de algún electricista matriculado que les haga la instalación.

Esta no es la única historia de pérdidas, prácticamente totales. Desde que iniciamos la actividad del comedor en el año 2002, muchísimas veces tuvimos que correr para paliar el desastre que provoca un incendio en las viviendas precarias. Y no solo el fuego los deja en el total desamparo, una lluvia fuerte o una inundación los deja sin nada y deben reiniciar una y mil veces sus vidas.

Esta es la cíclica y dolorosa historia de los olvidados del “sistema”. Y para ayudarlos, tenemos que recurrir a la solidaridad de la gente simple y sensible, que sabe ponerse en el lugar del que sufre el despojo de sus pertenencias y sus recuerdos.

Muchísimas gracias a todos aquellos que puedan ayudarnos, nos pueden enviar un mensaje desde:
vwww.facebook.com/Comedorbarrancas

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