El 1 de julio del año 2002, nació el Comedor de Barrancas debido a la necesidad de un grupo de vecinos que se quisieron intentar dar una respuesta posible a la terrible crisis social que estallara.

Carlos M. Durañona, Voluntario del Comedor de Barrancas, recuerda aquellos tiempos: “No sabíamos cómo hacer para involucrarnos en un drama que nos superaba. Centenares de personas, devenidos en cartoneros, se concentraban en las noches de Barrancas, a la espera del llamado Tren Blanco que los llevaría hasta sus lugares de origen, vendiendo allí en la madrugada los materiales colectados. Ese trabajo, creado por ellos, para sustituir al que tenían antes, surgió como medio de subsistencia y de resistencia frente a un sistema que los condenaba a la desocupación, al hambre y a la desesperación. La mayoría tenían familia e hijos para alimentar y criar. Era tan noble y heroico ese sacrificio de viajar desde muy lejos en procura del pan y de sostener su condición de trabajadores que nos pareció oportuno esperarlos con un plato de comida caliente y reconfortante para ellos y la familia que los acompañaba, considerando apenas que ese fuera solo un gesto de solidaridad y estímulo para la desigual lucha que emprendieran para no caer en el abismo de la desesperación y sus consecuencias. Las ollas de comida atrajeron también a muchas personas y familias en situación de calle. Debimos aumentar la cantidad de ollas y para ello tuvimos que recurrir a la ayuda de otros vecinos, comerciantes e instituciones del barrio”.

Desde el año 2008 cuando fue clausurado el Tren Blanco, los cartoneros ya casi no concurren al Comedor. Desde entonces asisten personas que viven en la calle y familias muy necesitadas.

Además de servir una cena caliente, durante todo estos años, los voluntario del Comedor se ocuparon de entregar ropa, pañales descartables a las madres con hijos pequeños, alimentos crudos para que se lleven a sus casas (los que la tienen), brindar ayuda para la tramitación de partidas de nacimiento y DNI, asesoramiento jurídico, apoyo escolar a chicos y adultos que no han podido aprender a leer y escribir, atención médica, muchas veces llevando o derivando al Hospital Pirovano y ayuda psicológica a las mujeres que son víctimas de violencia de género. También organizaron festejos por el día del niño y por Navidad.