Hace 3 años que Lola Martin toca el acordeón delante del cine Arteplex en la Av. Cabildo. En comunicación con la redacción del diario Mi Belgrano, nos contó su historia.
“Estaba estudiando acordeón y mi profesor Dany Laham, murguero de toda la vida, me dijo que tenía que salir a tocar a la calle. Sentí terror y un deseo inmenso al mismo tiempo. Decidí hacerlo, a pesar del miedo, ya que no soy experta en el instrumento, solo toco algunos valses y otras cosas. Un día, me cargué el acordeón a piano en la espalda y caminé hacia Cabildo, tratando de no pensar en lo que me decía mi timidez. Decidí frenar en la plaza Alberti, a la que iba cada tanto, para poder hacer una mini prueba antes de llegar a la avenida. Es una plaza donde la gente charla entre desconocidos, un buen lugar de encuentro. Luego de sentirme mas confiada, pensé que un buen sitio para pararme serían los cines, ya que ahí no le tapo la vidriera a nadie y hay espacio en la vereda, y el Arteplex es mi cine favorito, donde puedo ir sin mirar la cartelera, porque seguro me va a encantar la película. Además el acordeón es un instrumento que aparece mucho en el folclore de países europeos, y ahí el cine va por ese lado. El resultado fue una experiencia grandiosa, llena de momentos hermosos. Hace ya unos 4 años que lo hago, y siempre me voy a de ahí sintiéndome feliz. Las personas constantemente me regalan frases de agradecimiento, de apoyo y de admiración. Parece raro, pero hay un montón de gente con algún antepasado que tocaba el acordeón. Escuchar mi música, les trae añoranzas, los hace viajar, y así se entabla una charla en la que me cuentan donde estuvieron, me preguntan de donde soy, y además cantan, bailan y filman”.
“Mi perfil es más bien el de una estatua viviente, no pretendo hacer un espectáculo, estoy como la música de fondo, queriendo generar un clima, que suceda la magia, es como musicalizar una película, donde se ve la ciudad y la gente caminando de un lado al otro, van y vienen, salen de la boca del subte, entran al cine, cruzan la calle. Familias, adolescentes, abuelos, parejas, soñadores, gente que vive en la calle, otros que trabajan en la calle. Yo toco de fondo pero observo todo lo que ocurre. Pongo el estuche del acordeón abierto por si quieren contribuir y generalmente son muy generosos. Me ha dejado plata desde un chico de la calle hasta una monja. Tengo muchas anécdotas bonitas, un colectivero que me propuso casamiento, un vendedor ciego que me regaló un par de medias por mi coraje (las guardo ahora como amuleto), un chico que me dijo que cada vez que me cruzaba le alegraba el día. Los nenes alucinan con este instrumento, los hace bailar, y lo miran sorprendidos. Yo tengo un Hohner de 48 bajos, que es bien livianito para poder tocar parada”.
“Me gusta mucho ir en vísperas de las fiestas, es un momento duro porque en la calle hay mucha gente que está sola, y siento que mi música ayuda. Últimamente estoy improvisando, me quedó corto el repertorio y además me dieron muchas ganas de ver que surgía en el momento. No tengo ni día ni horario fijo, voy cuando quiero, cuando necesito ver la calle y la gente, y estar ahí con todos”.
Además de tocar el acordeón, Lola es artista, curadora y serigrafista. Actualmente se encuentra haciendo obra, sobre todo pintura, y diseñando y estampando textiles en su taller/local del barrio de Núñez. Para conocer más sobre su trabajo, pueden visitar la Web: http://cargocollective.com/doloresmartin