El espacio público es, en una concepción ideal, el ámbito comunitario, participativo y abierto que posibilita restituir lazos, construir identidad y elevar la calidad de vida de los ciudadanos. Sin embargo, su importancia en la conformación de la ciudad, lo convierten en una de las herramientas esenciales para obtener legitimidad política por parte de las diferentes administraciones quienes visibilizan en las intervenciones su cosmovisión. Es en esta tensión, entre concepción ideal y herramienta política, el espacio público va definiendo su identidad a través del tiempo.

Con esta mirada sería posible trazar una línea histórica de la evolución del espacio público porteño y develar cuál ha sido el modelo o cosmovisión que ha guiado a cada gestión de gobierno.

Dicho esto, es interesante observar con mucha atención la oferta de “disfrute” que impulsa la administración local donde el desarrollo de eventos gourmet, mercados y patios gastronómicos, parques temáticos, celebraciones que convierten la calle en paseo de compras, etc. van construyendo una concepción de espacio público ligada a las prácticas de consumo.

Esta articulación simbólica entre espacio público y consumo se evidencia con claridad en la evolución que ha tenido en la última década el llamado Barrio Chino de Belgrano.

Conformado como consecuencia de la oleada inmigratoria asiática en los años 80, este enclave étnico delimitado por las calles Arribeños, Blanco Encalada, Montañeses y Juramento, se fue transformando gradualmente en un polo de atracción cultural y comercial para miles de vecinos y turistas que lo recorren cada fin de semana, debido en gran parte a gestiones del área de turismo del gobierno local.

Esta transformación urbana ha provocado también una progresiva alteración en la calidad de vida de los habitantes de la zona: saturación de la actividad comercial, incremento de los movimientos de carga y descarga, escasa higiene urbana, conflictos de salubridad y una colonización inusual del espacio público por visitantes ocasionales, son algunos de los efectos negativos de esta postal.

No obstante aquello, durante el año 2019 y como consecuencia de la construcción en viaducto elevado de la red ferroviaria del ferrocarril Mitre, el Estado Nacional (titular de la tierra) y el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (creador de la norma) elaboraron un convenio urbanístico para concesionar la gran cantidad de predios que quedaron disponibles bajo el tablero de la nueva traza ferroviaria. Entre ellas, el sector comprendido entre las avenidas Juramento y Monroe, bautizado oficialmente como “espacio barrio chino”.

La nueva normativa urbana, lejos de aprovechar la disposición de suelo para incrementar el espacio público y revertir los efectos negativos existentes, posibilitó la ocupación del 50% de la totalidad del espacio bajo viaducto y el 50% de la totalidad del espacio por fuera del bajo viaducto para localizar usos comerciales, impulsando así una estrategia de continuidad y expansión del enclave comercial. Todo ello, sin efectuar los análisis urbanísticos necesarios para medir el impacto ambiental y económico que las nuevas áreas comerciales tendrán en la dinámica del entorno y dejando en manos del desarrollo privado, las características del espacio público remanente.

Como se aprecia, aquel bautismo no respondió a una nueva oleada inmigratoria asiática, sino a una pensada estrategia de desarrollo comercial que se propone aprovechar las condiciones de “atractividad” actuales para extraer la máxima rentabilidad futura.

La historia no concluye ahí: días pasados en pleno proceso de aislamiento social, preventivo y obligatorio y con un mundo que debate el futuro de las ciudades, la administración de la ciudad dispuso considerar factible su desarrollo.

El modelo es claro: ¿Nos representa?

Mariano Martín Orlando
Especialista en temas urbanos.
Ex Director de Planeamiento Urbano de la Ciudad de Bs. As.
Arquitecto – Mat. 22624.
marianomorlando@gmail.com