Detrás de las paredes en una cuarentena eterna, está la calle de la sensación. Las bicicletas húmedas descansan en el pasillo desde marzo. Al mes de abril alguien se lo robó. Mayo llegó con el hartazgo del encierro. El extraño del barbijo blanco decidió salir a la ciudad de la pandemia. Vagando por la Av. Crámer miraba la gente pasar pero no reconocía a nadie pues sus rostros estaban ocultos tras una tela. Pero había algunos que mostraban la cara pues caminaban con sus tapabocas en el cuello mientras fumaban, comían o hablaban por teléfono.
Pasó por un par de negocios con la cortina baja hasta llegar a un comercio abierto y no esencial. Entró sin saber el día ni su número de documento, igual nadie le preguntó nada. Como vio la luz después de tanto tiempo decidió invertir unos pesitos en el 31 a la cabeza. Continuó con su caminata mientras pasaba el colectivo 151 que estaba prácticamente vacío. Pocos autos pasaban por la avenida mientras una ciclista aprovechaba la oportunidad para andar en contramano. Niños en bicicletas pasaban por la vereda aunque no era el día de la salida recreativa.
En la puerta de la escuela no estaban los padres agrupados esperando la salida de sus blancas palomitas. Se detuvo en el Polideportivo y pudo ver escondidos tras las rejas aquellos recuerdos de tantos partidos perdidos. Rápidamente, antes de que se le piante un lagrimón, cruzó y entró al supermercado para hacer su compra permitida.
Dicen que todo pasa y pronto llegará el día en que nos sacaremos los barbijos, recuperaremos la sonrisa y no seremos extraños nunca más.
Me dio idea para escribir un cuento en mi taller.
¡Qué bueno!
Cuando lo escribas, mandanos el cuento.