A los que viven en Sucre al 1600, los ruidos de los colectivos les cambiaron la vida. Victoria, una de las vecinas afectadas, en comunicación con la redacción del diario Mi Belgrano, contó la situación.

El playón de colectivos ubicado sobre Virrey Vértiz entre Sucre y La Pampa funciona desde el año 2019 bajo el viaducto del Tren Mitre, donde antes estaba el canil y la casa del guarda ferroviario en el paso a nivel. Tiene capacidad para más de 30 colectivos, lo usan las líneas 118, 64 y 55 entre otras. Por la distribución en planta tienen que estacionar marcha atrás. Por seguridad de los peatones y otros vehículos los colectivos tienen instalada una alarma que se activa como una chicharra cuando están retrocediendo. Esta maniobra para estacionar, a veces se convierte en una tortura de ruido que dura unos 5 minutos. El problema no es la alarma en sí, sino la superposición. Dada la capacidad, es probable que haya 4 unidades intentando estacionar en simultáneo. Pero se pone peor, porque una vez que estacionan permanecen el tiempo de descanso, entre 10 y 30 minutos, con los motores encendidos. Podemos llegar a escuchar unos 20 motores de colectivos en simultáneo con 5 alarmas de marcha atrás constantemente durante todo el día, en un ciclo de rotación permanente, acompañando la frecuencia de los colectivos. La contaminación acústica se siente más intensamente desde las 6 de la mañana hasta la 12 de la noche. Durante la madrugada entran menos unidades pero el movimiento alcanza para interrumpir el sueño. Hay días que no podemos descansar, es una tortura.

Todo se agrava por el hecho de que el viaducto es de hormigón armado macizo y los sonidos rebotan en esa superficie dura y se multiplican, vuelven a rebotar contra la fachada de nuestro edificio y se arma una bola de sonido mucho más intensa que la que se puede percibir caminando por el propio playón. En mi departamento no podemos abrir las ventanas debido al constante ruido de fondo. Es como estar en una fábrica sin protectores auditivos, o se podría comparar con tener una licuadora encendida todo el día. Algunos motores de los colectivos hacen reverberar los vidrios. Ahora con la pandemia queremos ventilar los ambientes, entonces no nos queda otra que tomar coraje, abrir las ventanas un rato y aguantar el ruido mientras se renueva un poco el aire que de todos modos entra lleno de las emanaciones de los caños de escape. Antes de este playón vivíamos con las ventanas abiertas al verde. Nunca tuvimos aire acondicionado y ahora que no podemos abrir las ventanas, en el verano sufrimos terriblemente el calor.

Desde el principio intenté hacer contactos con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y participé de las reuniones de vecinos donde se había prometido que habría un parque con una continuidad con la barrancas. Originalmente los colectivos irían en un estacionamiento subterráneo. Hasta ahora no he conseguido nada. Hice múltiples pedidos de medición de ruidos a APRA (Agencia de Protección Ambiental), pero desestiman la denuncia porque miden el ruido de cada motor de colectivo individualmente y no el conjunto de las 30 unidades. Siempre aclaro que quiero que midan la inmisión de ruido en mi departamento, pero nunca lo he logrado.

A pesar de que el plan original era hacer un estacionamiento subterráneo para los colectivos, como dije anteriormente, en la última versión del Código Urbanístico que entró en vigencia en febrero del corriente año ya figura la zonificación del lugar como playa de maniobras y estacionamiento de colectivos y ómnibus. La última gestión que inicié es con la Defensoría del Pueblo. Allí me informaron que hay otras denuncias y que además de los ruidos, reclaman por los olores que emana la batería de baños químicos ubicada en la esquina de La Pampa y V. Vértiz.

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