El movimiento de las bicicletas fantasmas surgió en el año 2003 en Misuri, Estados Unidos, cuando una chica murió embestida por un coche. A los pocos días sus amigos pintaron de blanco una bicicleta y la colocaron allí donde perdió la vida. Estas bicicletas son un recuerdo póstumo en memoria de un ciclista fallecido, a su vez es una denuncia sobre el derecho de todo ciclista a circular seguro.

La bicicleta fantasma pretende recordar a las víctimas y alertar a las autoridades y ciclistas de la peligrosidad de determinadas calles y carreteras. Estas bicicletas funerarias se inutilizan previamente, se les cortan los cables, se les quitan los frenos y las luces y se pinchan o desinflan las ruedas; lo que queda es pura chatarra sin ningún valor, nada más que el recuerdo de una desgracia. Luego, le dan varias capas de pintura blanca y la dejan secar. Cuando está lista, la atan con una cadena y un candado en el lugar donde se produjo el siniestro. Una placa grabada con el nombre de la víctima, el día del accidente y unas flores recuerdan que quien murió allí viajaba sobre dos frágiles ruedas y tenía un nombre y un apellido.

En recuerdo de Julián Cáceres, hay una “bicicleta fantasma” ubicada en Superí y la Av. Elcano. En esa esquina hace exactamente 7 años, el domingo 20 de Julio de 2014, Julián estaba andando en su bicicleta y fue atropellado por un Peugeot 207 blanco que se dio a la fuga a gran velocidad, doblando por la calle Freire. El joven sufrió un fuerte golpe en la cabeza que le produjo una lesión cerebral, por la cual fue trasladado al Hospital Pirovano y luego derivado al Hospital Naval. El chico fue operado y estuvo internado pero finalmente falleció el sábado 26 de Julio.

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