Se ha asociado, históricamente, el principado monegasco al lujo, el glamur y la ostentación. No anda equivocado del todo, en esta ocasión, el cliché. Los ilustres ciudadanos atesoran una parte importante de la riqueza del mundo; entre ellos podemos encontrar deportistas, empresarios y celebridades varias. Mónaco es todo un espectáculo a la vista, con sus calles bien cuidadas, sus bellísimos rincones y sus construcciones clásicas. Un lugar que hay que visitar intentando que no pase una gran factura a nuestro bolsillo.
Llegar a Mónaco
¿Es posible no tener que hacer un gasto excesivo? Por supuesto. Nadie nos va a cobrar por pasear por ese fantástico lugar. Otra cosa es que la queramos disfrutar haciendo uso de sus espectaculares restaurantes y lujosos hoteles. Pero eso ya es otra historia. Una buena opción es hospedarse en Niza (otro lugar que vale la pena, y mucho) o alrededores, comparando la oferta en la web para alojarse, y dedicar un día para visitar Mónaco a fondo. Precisamente desde Niza, para desplazarnos los aproximadamente 20 kilómetros que separan ambos lugares, tenemos varias opciones. En primer lugar, está el transporte público: tenemos un tren directo que cuesta entre 5 y 15 euros y solo tarda unos 30 minutos en hacer el trayecto. Más económico es el autobús, que cuesta unos 2 euros, aunque tarda un poco más (entre 45 y 60 minutos).
La visita empieza con el viaje
Pero si estamos dispuestos a pagar el estacionamiento en Montecarlo, la opción del auto tiene algunas ventajas, además de no tener que estar sujeto a los horarios del tren o el autobús. Si bien es cierto que podemos tomar la autopista, optar por la carretera más antigua tiene un encanto especial; así podremos disfrutar del paisaje de la Costa Azul, increíble cuando volvemos por la noche y vemos los puertos iluminados en este mítico trayecto.
A la llegada, y tras estacionar nuestro vehículo, podemos elegir entre hacer un viaje guiado, recomendable para conocer a fondo la historia de este lugar, o hacer la visita a nuestro aire. Si vamos por libre, uno de los primeros puntos en los que recalar sería la Catedral de Mónaco, del siglo XIX, donde descansan los restos de la princesa Grace de Mónaco. Anterior a esta construcción y también indispensable de visitar, es el Palacio del Príncipe, del siglo XII, residencia de la familia real.
Imperdibles de la visita
Si bien es cierto que todo el principado destila glamur, las más altas cotas se dan cita en uno de los lugares más conocidos de la región, de Europa y del mundo: El Casino de Montecarlo. Solo con ver su entrada, atestada de autos de lujo aparcados, el aire clásico de su arquitectura, propia del estilo Napoleón III, y los visitantes accediendo con sus mejores galas, ya podemos hacernos una idea de lo que encontraríamos dentro. Además de los juegos clásicos que se pueden encontrar en varias salas y que han servido como inspiración para las versiones en línea, el casino también alberga algunos eventos especiales y es conocido por su restaurante y bares, propios de una película de James Bond: los podemos ver en algunos de sus títulos, como “Nunca digas nunca jamás (1983) y “GoldenEye” (1995).
Mientras caminamos por la ciudad (o la recorremos con nuestro vehículo), podemos también observar el circuito urbano de Fórmula 1 que tantas veces habremos visto por la televisión, cuna de algunas de las carreras más míticas de esta disciplina. El paseo nos llevará a recorrer la Avenida de la Princesa Grace; esta avenida costera es uno de los lugares más exclusivos del mundo: el precio del metro cuadrado de vivienda allí supera los 92.000 euros. Por supuesto no podemos dejar de lado otros lugares de extraordinaria belleza, como el Museo Oceanográfico, a la entrada de Mónaco, y que se encuentra en un acantilado a 85 metros de altura. Y si todavía nos falta un poco de glamur, podemos pasarnos por el puerto deportivo de la ciudad, donde los increíbles yates nos dejarán sin aliento, como si asistiésemos a una competición para ver quién tiene mayor capacidad de ostentación.