Carlos Durañona, colaborador y referente del Comedor de Barrancas de Belgrano, falleció el 08 de febrero de 2024. No era una persona común, era alguien con una sensibilidad extraordinaria. Inundó las páginas de Mi Belgrano con sus sabias palabras y su ejemplo solidario. Para nosotros, la mejor manera de recordarlo es publicando el testimonio que nos dejó. Por eso, a continuación, recordamos algunos textos escritos por él.

Sobre la historia del comedor

“En un comienzo nos dimos a conocer como el Comedor de Barrancas porque originariamente nacimos al lado de la Glorieta. Ahí se concentraban los cartoneros que terminaban sus tareas. Fuimos hacia ellos en un gesto amigable para acompañarlos en una situación difícil que atravesaba el país y para que pudieran comer un plato caliente de comida. Alrededor de las 22:30 horas ellos tomaban el llamado “Tren Blanco” que los llevaba hasta Victoria y desde ahí empalmaban hacia Maquinista Savio porque en esa zona estaban los acopiadores que les compraban los cartones. Lo decidimos en una sesión de asamblea del Bajo Belgrano que hacíamos habitualmente en el club Excursionistas. Fue el 26 de junio del 2002. Si bien teníamos la idea de crear un comedor, no era una tarea sencilla porque no sabíamos de proporciones de comida. Era mucha la gente necesitada que se aglomeraba en Barrancas, cerca de 300 personas. Porque no eran solo los cartoneros sino personas en situación de calle, además de la familia de los cartoneros. No pretendíamos resolver el problema del hambre ni de la desocupación, nuestra capacidad era muy limitada. El 1 de julio debutamos. Yo comencé en el grupo de los lunes y me acerqué a un grupito que estaba los jueves que eran dos chicas y un muchacho. Pidieron si alguien podía darles una mano. Fui una noche a acompañarlos y vi lo precario de lo que hacían. Llevé una olla porque no les alcanzaba para nada lo que ellos llevaban. Empecé a ir todas las semanas hasta que terminé renunciando al grupo de los lunes que estaba más armado y quedándome con el de los jueves que tenía más necesidades. Cuando vi el Gomero, en Zavalía y Juramento, me gustó porque había mesitas y era más fácil invitar a la gente ahí. Se los comenté a las chicas y les pedí que vengan a ver el lugar. Las convencí y nos trasladamos ahí. Aprovechamos las mesitas y los bancos fijos que lo rodean para hacer un salón comedor a cielo abierto. Desde el 1 de julio de 2002, día en que se realizó el primer servicio, continúa este sagrado compromiso con los hermanos más necesitados, enriquecidos por la sumatoria de cientos de voluntarios que van tomando la posta y haciendo propio el espíritu que dio origen a esta sublime locura de ayudar a los que sufren la pobreza y el abandono sin tener más recursos que los que nos brindan los amigos y las instituciones sensibles de este y otros barrios”.

¿Qué es el Gomero en tu vida?

“El Gomero es un árbol muy antiguo y señero en el barrio, aunque muchos no lo conocen. Durante un tiempo prolongado muchos lo llamaban “El Ombú”. Dentro de la generalización de las plantas, es un Ficus. Pero la discusión durante un largo periodo fue entre los que decían que era una Magnolia y quienes sosteníamos que era un Gomero que es una de las variaciones del Ficus. Una señora fue al Jardín Botánico con una hoja del árbol para que los especialistas le dijeran de qué especie se trataba y efectivamente era un Gomero. Tenemos una vinculación muy fuerte con el Gomero. Allí hemos vivido cosas mágicas, misteriosas y hasta diría que milagrosas. Dos compañeras que fallecieron, sus familiares decidieron que sus cenizas descansen al pie del Gomero. Y sé que lo mismo pasará conmigo cuando me vaya de este mundo”.

Y así fue, el 02 de marzo de 2024, en el día que Carlos Durañona hubiera cumplido 79 años, familiares, amigos y comensales, esparcieron sus cenizas debajo del Gomero de Barrancas de Belgrano. Allí quedó, arropado por sus banderas y por los que siempre luchó: la gente en situación de calle.

Tirados en la calle

“Tenemos que crear la conciencia de que no es admisible que aceptemos que hay seres humanos tirados literalmente en la calle. No habla bien de nosotros, de nuestra cultura, de nuestra ciudadanía, que toleremos o nos parezca que sea una noticia que lo encontraron, lo quemaron o lo mataron. Además los ocultan, no los censaron, no están contados, tenemos que contarlos, tenemos que saber cuántos son. Me parece que era una gran oportunidad para poder saber en dónde estamos parados. Tenemos que hacer nuestra revolución de identificar a nuestros semejantes”.

Sigamos su legado

Carlos Durañona llegó a las Barrancas de Belgrano lleno de solidaridad y amor para ofrecer su corazón. En su homenaje, invitamos a los vecinos a continuar con su legado. Quienes quieran colaborar con el Comedor de Barrancas, ya sea económicamente o como voluntarios, pueden comunicarse a través de sus redes sociales. Facebook: @Comedorbarrancas e Instagram: @comedor.barrancas.de.belgrano

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