Historias de Porteños que caminan

Buenos Aires es una jungla de asfalto. Hay muchas historias de Porteños que caminan haciendo malabares para circular por la ciudad.

Gladys prefiere caminar antes que someterse a las bruscas frenadas de los colectivos. Todos los días, por la mañana, comienza su caminata, sabiendo que no es fácil ser peatón en las callecitas porteñas. Esquivando baldosas flojas, salta de una a otra como si estuviera jugando a la rayuela de la supervivencia. Ella le teme a los automovilistas, dice que los autos pasan con la convicción de que los peatones son seres mitológicos que no existen en la realidad. Suele golpearles el capot con teatral indignación y gritarles: “¡Tengo prioridad!”. Con la destreza de una bailarina se la pasa esquivando obstáculos, en veredas invadidas por mesas de bares, mercaderías de comercios y manteros. Un día pasó cerca de un contenedor que tenía mucha basura tirada a su alrededor, resbaló y cayó. Si bien se golpeó no fue nada grave, pero desde entonces decidió caminar con mayor atención. Aunque las sorpresas en las veredas porteñas son infinitas, y el peligro es inminente, Gladys continúa con su saludable caminata diaria.

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