¿Quién dijo que el verano está terminando? El calor persiste en la ciudad y con él, esas ganas de escapar aunque sea por un par de días. La buena noticia es que alrededor de Buenos Aires hay lugares increíbles para visitar sin necesidad de tener auto propio. Desde cualquiera de estos destinos, los micros a Buenos Aires ida y vuelta son económicos y hay múltiples opciones, por lo que no quedan excusas para animarse a pensar en el mejor auto-regalo que uno puede hacerse: unos días de descanso para reconectarse y retomar la rutina con otra energía.

Chascomús: ese espejo de agua que enamora

A escasas dos horas de Capital Federal -apenas 126 kilómetros-, Chascomús se presenta como un destino donde la laguna marca el ritmo de vida. Los fines de semana, familias enteras se acercan a sus orillas para pescar, navegar o simplemente contemplar el horizonte mientras toman mate.

El casco histórico, con esas construcciones que parecen detenidas en el tiempo, invita a caminar sin apuro. Al caer la tarde, nada como sentarse en la plaza principal mirando la catedral mientras se disfruta un helado artesanal. Por cierto, los campings a orillas de la laguna son una opción genial para quienes buscan dormir arrullados por el sonido del agua.

San Antonio de Areco: donde el tiempo camina más lento

Este pueblo bonaerense parece sacado de otra época. Sus calles empedradas crujen bajo los pasos mientras los talleres de platería y soguería mantienen vivo el espíritu gauchesco. No por nada lo llaman «Capital de la Tradición».

Durante los fines de semana suelen organizarse demostraciones de destreza criolla, esas mismas que asombraban a los viajeros antiguos. El Parque Criollo y el Museo Gauchesco guardan tesoros que cuentan historias de un campo argentino casi mitológico. ¿La comida? Desde los pasteles criollos hasta un buen asado, todo sabe diferente en este rincón de la provincia.

Tigre: un laberinto de agua a un paso de casa

¿Puede existir un delta tan cerca de una megaciudad? Tigre rompe las reglas con su sistema de islas y canales que forman un mundo aparte. Las lanchas colectivas, que salen cada ratito desde la Estación Fluvial, permiten adentrarse en este universo acuático donde cada casa tiene su propio muelle.

Aparte del delta, vale la pena recorrer el Puerto de Frutos con sus puestos de artesanías en mimbre y junco. El Museo de Arte de Tigre, instalado en un antiguo club social de aspecto palaciego, guarda joyas artísticas que sorprenden hasta a los más entendidos. Y claro, para familias con niños inquietos, el Parque de la Costa siempre es una alternativa que nunca deja de divertir.

Luján: historia viva a menos de una hora

Luján sorprende más allá de su conocido perfil religioso. Mientras la Basílica se recorta majestuosa contra el cielo pampeano, el resto de la ciudad guarda secretos para el viajero curioso. En pleno casco histórico, el Complejo Museográfico Udaondo despliega su colección en antiguas construcciones coloniales. Allí, entre patios sombreados y galerías, los objetos exhibidos narran trozos de historia nacional que cautivan tanto a jubilados como a estudiantes en excursión.

A pocas cuadras, el río que da nombre a la ciudad dibuja curvas tranquilas bordeadas de parques. Durante los fines de semana largos, estos espacios verdes se transforman con familias que desempacan canastas mientras los más chicos corren entre los árboles.

Para reponer energías después del paseo, las calles adoquinadas esconden bodegones y restaurantes donde la cocina casera sigue las recetas de abuelas. Las empanadas fritas y el tradicional locro encuentran su lugar junto a milanesas del tamaño del plato, esas que nunca pasan de moda en la gastronomía bonaerense.

Villa Gesell: el mar no se toma vacaciones

Mucha gente cree que Villa Gesell solo vale la pena en enero, pero qué equivocados están. Esta ciudad costera tiene un encanto especial fuera de temporada, cuando las playas respiran tranquilas y los atardeceres se disfrutan casi en soledad.

Los bosques de pinos, plantados por el visionario Carlos Gesell, dan sombra para esas siestas que a veces sólo nos permitimos en vacaciones. El centro comercial sigue vivo todo el año, con cafés donde el tiempo parece detenerse. Y el famosísimo muelle, que se adentra en el mar, regala postales que ninguna red social puede capturar en su verdadera dimensión.

Estos cinco destinos prueban que no hace falta irse lejos para sentirse de vacaciones. Con servicios de transporte que funcionan todo el año, cualquier fin de semana puede convertirse en esa escapada que viene postergándose desde hace tiempo. Porque a veces, la mejor aventura está esperando a la vuelta de la esquina.