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09 de Agosto de 2013

Un tipo de cine que no encuentra espacio en los grandes complejos

La palabra cine parece designar, hoy por hoy, casi exclusivamente al cine americano. Aquel que lidera todas las carteleras, el que reina solitario en las taquillas, el de los tanques imbatibles.

Sin embargo el cine, según se sabe, ha ido construyendo su lenguaje a través del tiempo y formando a un espectador que participa, a veces sin sospecharlo, de sus códigos y convenciones. Y es el cine americano quien, gracias a su industria poderosa y al innegable talento de muchos de sus realizadores, ha tenido una gran incidencia en el desarrollo de esta lógica que lleva a pensar al cine actual como sinónimo de cine americano.

Nadie ignora, por supuesto, que existen otras voces y otros ámbitos que no responden a ese paradigma ni que dichas expresiones tienen dificultades notorias para acceder al circuito de distribución y que por consiguiente no llegan al público en general de manera consecuente y constante como para formar, a través de los años, un espectador distinto al dado.

Y es allí donde radica el valor cultural de determinadas salas que con mucho tesón y esfuerzo mantienen viva la posibilidad de ofrecer miradas alternativas y sostener de ese modo una oferta diferenciada para deleite de un segmento de público que disfruta de películas del circuito selectivo. Es allí, con la exhibición de un tipo de cine que no encuentra espacio en los grandes complejos multinacionales ni tiene manera de sostenerse en un mercado extremadamente competitivo, donde el Artemultiplex de Belgrano vislumbra su razón de ser, reconoce su sentido y encuentra su lugar en el mundo.

LA HISTORIA RECIENTE

Con el fin de siglo, las nuevas tecnologías trajeron consigo grandes cambios en la forma de ver cine (el VHS primero y el DVD o Internet después) con la consecuente pérdida de espectadores por parte de las salas tradicionales. La gran mayoría de ellas debieron adaptarse a los nuevos tiempos o, sin más, a resignar sus espacios a manos de supermercados, templos o galerías.

Con estas perspectivas, el Gran Savoy, el viejo edificio art-déco de la Avenida Cabildo al 2800, bien podría haber corrido la suerte del demolido cine Roxy que cuenta Serrat, cuyos fantasmas, desprovistos de pantalla, deambulaban por los pasillos de una moderna agencia del Banco Central. Pero esto, felizmente, no ocurrió.

En el 2005 el Gran Savoy, o Savoy a secas como se lo conoció luego, pasó a llamarse Arteplex Belgrano. A través de la iniciativa de Alberto Kipnis (creador del mítico cine Lorraine, distribuidor de películas, director artístico del cine Duplex de Caballito y un apasionado por el séptimo arte), se erigió como un complejo de salas de arte dotado con los últimos adelantos en la más moderna tecnología que contaba con cinco espacios reacondicionados con butacas confortables. En esa oportunidad, sus salas con capacidad para mil cuatrocientos espectadores, en consonancia con el nuevo proyecto, recibieron los nombres de Bergman, Buñuel, Fellini, Truffaut y Visconti.

El Arteplex, aunque no proyectaría ciclos de revisión sino que presentaría estrenos, tendría algún punto de contacto con el inolvidable Lorraine ya que en los programas impresos que se entregaban al espectador, como en los de aquella sala, figuraban las fichas técnicas y una importante cantidad de datos acerca de las películas en exhibición. Los títulos europeos y producciones valiosas de otras latitudes tendrían prioridad, incluidos los de Argentina y toda América latina.

Pero después de siete años de actividad, en mayo de 2012, otros fantasmas, ya que no los del Roxy (Tal vez el emblemático Hsiao-Kang de Tsai Ming-liang, o el tío Boonmme de Apichatpong Weerasethakul o los de Isabelle Huppert y Sandrine Bonnaire juntas, haciendo de las suyas), bajaron de la pantalla del Arteplex y fueron a sentarse en sus butacas vacías. El cine debió cerrar sus puertas por desacuerdos económicos; se dijo que el elevado alquiler no podía ser pagado con lo que se generaba de entradas.

Pero en este caso particular la comunidad no estaba dispuesta a permanecer pasiva y a dejarse arrebatar una de las salas emblemáticas del circuito cultural porteño. Más de 200 personas, artistas, personalidades de la cinematografía, asociaciones y vecinos de Núñez y Belgrano, se reunieron frente a las puertas de las salas para realizar un abrazo simbólico y manifestar su descontento.

UN FINAL CON BESO

Luego de meses de negociaciones, la familia Feldman, propietarios de los complejos Monumental y Multiplex, conjuntamente con un grupo de empresarios de importante trayectoria cinematográfica, se hicieron cargo de devolverle a este cine todo su antiguo esplendor, ahora bajo la denominación Artemultiplex de Belgrano. Para su apertura en Marzo de este año se remodelaron totalmente sus cinco salas. Dos de ellas fueron digitalizadas y una fue dispuesta para la proyección en 3D. La idea de sus autoridades es transformar este nuevo espacio en un sitio de arte de gran apertura donde, además de su programación exclusiva y de calidad, se dicten cursos, seminarios y talleres. También se espera darle continuidad a la realización de charlas con profesionales del medio y ofrecerle al espectador algún tipo de material exclusivo que acompañe a la proyección de la película. Trabajar, en definitiva, como si se tratase de un festival cinematográfico de duración anual.

Y entre algunos de los títulos notables que han podido verse en las últimas semanas o los que están en este momento en cartel pueden mencionarse a los siguientes: Tabú del portugués Miguel Gomes, con sus logradas mezclas de géneros y su honesto recuerdo al cine mudo centrándose en la obra de F.W. Murnau; La cacería de Thomas Vinterberg que señala las diferentes perspectivas desde la que se observa el mundo según del lado de la mira en que se encuentre uno situado; César debe morir de Paolo y Vittorio Taviani y la delgada línea que separa al actor de su personaje con el Julio César de Shakespeare como fondo; Antes de la medianoche de Richard Linklater en la cual Celine y Jesse, ahora marido y mujer, vuelven a abrir de par en par sus corazones; Bárbara de Christian Petzold y Woody Allen, el documental de Robert B. Weide.

Se puede deducir a partir de lo heterogéneo de esta cartelera que todos los amados fantasmas del cine contemporáneo, aún los más extraños, continuarán reuniéndose al abrigo de la generosa pantalla del Artemultiplex de Belgrano.

Fabián Slongo
fabianslongo@gmail.com
“El autor es ilustrador de libros y revistas, historietista y crítico de cine”.

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