El escritor y
héroe de la independencia de Cuba, José Martí dijo: “Comarca sin
árboles es pobre. Ciudad sin árboles, es malsana…” a él se le
atribuye la conocida sentencia “un hombre para ser completo, ha
de plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”.
Nuestros próceres como es el caso de Manuel Belgrano, bregaron
por la plantación de árboles. Él mismo describió el molle o
aguaribay en nuestro primer diario, el Correo del Comercio, en
1810. Marcos Sastre, cuya casa se encuentra en el actual barrio
chino de Belgrano, fue un escritor de la generación del 37 que
fundó el Salón Literario, junto con Juan B. Alberdi, Juan María
Gutierrez y Esteban Echeverría. Su principal obra como
naturalista fue “El tempe argentino” con descripciones de la
flora y de la fauna del Delta del Paraná. Por otra parte,
Domingo F. Sarmiento es recordado por múltiples acciones en pos
de la educación y fue un verdadero amante de la naturaleza y
promotor de la actividad forestal. Sarmiento dijo: «El cultivo
de los árboles conviene a un país pastoril como el nuestro, no
sólo porque la arboricultura se une perfectamente a la
ganadería, sino que debe considerarse como su complemento
indispensable. La Pampa es como nuestra República, tala rasa. Es
la tela en la que ha de bordarse una nación. Es necesario
escribir sobre ella: ¡Árboles! ¡Planten árboles!». Sarmiento fue
el creador del Parque 3 de Febrero, en el barrio de Palermo.
El diseño del Parque 3 de Febrero se debe al arquitecto
paisajista francés Charles Thays quien parquizó las Barrancas de
Belgrano en 1892. Alsina, el entonces gobernador de Buenos
Aires, fue quien impuso el nombre de Belgrano al barrio.
Llegamos al 29 de agosto de 1900 cuando fue establecido el Día
del Árbol por iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos desde el
Consejo Nacional de Educación. La fecha, en esta latitud,
todavía es adecuada para las campañas de plantación y para
realizar las necesarias reposiciones en arbolado público. Además
es una ocasión para llevar adelante una tarea educativa de gran
valor, porque significa pensar en la calidad de vida para el
futuro.
Gracias a que así lo han hecho nuestros antecesores hoy puedo
referirme al alcanforero bicentenario, que se encuentra en el
barrio de Belgrano, en la calle Cuba y Olazábal. Vaya a saber
quién lo plantó. Lo cierto es que allá por 1840, cuando esas
tierras pasaron a pertenecer a Juan Manuel de Rosas, ya estaba
muy bien arraigado y producía una generosa sombra. No importa
que no se trate de una especie nativa porque en rigor sus raíces
procedían de la lejana Asia. Sin embargo, en estas tierras
creció fuerte desde aquellos tiempos en el campo, lejano de la
civilización. El alcanforero, Cinnamomum camphora, pertenece a
la familia botánica de las Lauráceas. Es de gran porte, con copa
globosa y densa. Tiene entre sus brillantes y coriáceas hojas
verdes brillosas algunas rojizas que están por caer. Es una
particularidad que sirve muy bien para identificar la especie.
Por último, debe quedar claro que con la plantación de una
especie conveniente a cada lugar, no finalizan las tareas. Por
el contrario, allí se inicia el cuidado adecuado para el buen
arraigo de las plantas. Los tutores, el riego necesario y el
control de hormigas son parte de las tareas que siguen a la
plantación.
Rafael R. Sirvén
Ingeniero Agrónomo y periodista agropecuario |